viernes, 12 de agosto de 2011

Frank, y el concurso de chili en Texas.


¿Alguna vez han estado en Texas? Hacen concursos de, prácticamente, cualquier cosa. Les encanta competir. En una ocasión en que estaba en San Antonio, uno de mis primos me invitó a un concurso de chili. Sí, chili.
Esa comida a base de frijoles, carne molida, salsa de tomate y una generosa cantidad de picante, que a los texanos les encanta. El concurso se trataba de que cada restaurant o familia participante, llevara su cazuelita de chili y le diera a probar a los jueces.
Dichos jueces eran destacados cocineros texanos, excepto uno, Frank.

Frank Pozza es un amigo de mi primo, de origen italiano, que estaba de visita desde Springfield, IL. Frank era cocinero también, pero apenas se estaba adentrando en el arte del verdadero chili texano. Así que aceptó la invitación a ser juez.
Había 3 jueces, el tercero era Frank. El concurso lo patrocinaba una marca cervecera, ya se habrán de imaginar el bataclán. Los jueces podrían beber cuanta cerveza necesitaran durante el concurso, para aliviar un poco los efectos del chili.
A Frank le aseguraron que no tendría gran problema con la cantidad de picante en los platillos, así que Frank se sienta en su puesto.

A continuación, les voy a pasar los apuntes de los jueces sobre ese día, y algunas impresiones del propio Frank. Empecemos.

CHILI #1 -MIKE´S MANIAC MONSTER CHILI.
Juez 1: Creo que se pasó un poquito de tomate. Sabor divertido, sin embargo
Juez 2: Rico, suave sabor al tomate. No tan picante.
Juez 3 Frank: (¡HOLY CRAP!) ¿Qué jodidos es ésto? Podrías remover pintura seca de las banquetas con ésta madre.
Le tomó dos cervezas a Frank el quitarse lo enchilado, mientras decía sin parar que los texanos estaban locos.

CHILI #2: AUSTIN'S AFTERBURNER CHILI.
Juez 1: Sabor ahumado, con un toquecito de cerdo. Como una patadita al paladar.
Juez 3 Frank: Manténgase fuera del alcance de los niños. No estoy seguro si esto tiene que saber a algo, o solo provocar dolor.
Tuvimos que impedir que dos personas trataran de hacerle la maniobra de Heimlich cuando vieron su cara de dolor. Otras 3 cervezas para Frank.

CHILI #3: FRED'S BURN DOWN THE BARN CHILI.
Juez 1: Excelente sabor incendiario. Se siente genial en la boca.
Juez 2: Un poquito salado. Gran uso de los chiles.
Juez 3 Frank: Llamen a la CIA. He encontrado una nueva fuente de uranio. Mi nariz se siente como si hubiera bebido Drano.
Para este momento, ya todos sabíamos la rutina: darle más cerveza para evitar que Frank hiciera ignición.
El barman se la pasaba dándole palmadas en la espalda a Frank, pensando que se ahogaba. Frank dijo sentir la columna en el pecho, ya.

CHILI #4: BUBBA'S BLACK MAGIC.
Juez 1: Esto es casi todo frijoles negros y nada de picante. Decepcionante.
Juez 2: Se puede palpar el sabor de limón en los frijoles negros. Iría bien al lado de un pescado o de comidas sin tanto picante.
Juez 3 Frank: Sentí que algo pasó por mi lengua, pero no supe qué era. ¿A poco se pueden quemar las papilas gustativas?
Sally, la cantinera, ya estaba sentada atrás de Frank con un barril de cerveza helada. Frank comenzó a ver guapa a esa mujer de 150 kg.
Frank se preguntaba si el chili era afrodisíaco, o qué.

CHILI #5: LISA'S LEGAL LIP REMOVER.
Juez 1: Carnoso, fuerte sabor a chile. Los pimientos de Cayenna molidos le añaden un excelente toque. Muy impresionante.
Juez 2: Podría haber usado más tomate. Los chiles debieron estar un poco más molidos. El chile de Cayenna es excelente y fuerte.
Juez 3 Frank: Me zumban los oídos, el sudor baja por mi frente y ya no puedo fijar la vista.

La cocinera pareció algo molesta cuando Frank le dijo que su platillo le había causado daño cerebral. Sally tuvo que poner cerveza directamente del barril en la lengua de Frank, para evitar que sangrara.
Frank se molestó cuando los otros dos jueces le pidieron por favor que dejara de gritar. Para este momento, los intestinos de Frank parecían tubos lisos llenos de gas y ácido sulfúrico. O al menos eso dijo Frank.
Frank dejó escapar un gas, y por un instante tuvo miedo de haber perforado la silla. Ya no podía sentir los labios, para este momento.

Para el chili número 8, estas fueron las palabras de Frank...
"Podrías poner una granada en mi boca, quitarle el seguro y hacerla explotar ¡y yo no sentiría nada! ¡Perdí la vista en un ojo!" Frank estaba gritando maldiciones de forma incontrolable. Se quejaba de que el chili escurría de su boca sin que él pudiera evitarlo.
Dijo que al menos en la autopsia sabrían qué lo mató. Decidió dejar de respirar, era muy doloroso. "Si necesito aire, puede entrar por el hoyo de 4 pulgadas que hay en mi estómago, de todas maneras"

CHILI #9: BIG TOM'S TOENAIL CURLING CHILI.
Juez 1: El final perfecto, la mezcla perfecta de chiles. No muy atrevido, no muy picante. Lo suficiente para declarar su existencia.
Juez 2: Este platillo tiene una mezcla balanceada de chiles. Ni muy picante, ni muy insípido.
Siento mucho que el juez 3 se lo perdiera cuando se le escapó un gas, se desmayó, cayó de la silla y se bañó el mismo con el chili.
No estoy muy seguro de que vaya a lograrlo. Pobre amigo. ¿Me pregunto qué habría pasado si hubiese comido chili realmente picante?
Juez 3 Frank: No hay reporte.

Frank sí lo logró, pero se olvidó de su carrera como cocinero de chili. Ahora tiene un restaurante de comida italiana en Springfield..

Isabelle Cigarras.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Viajando por México con la familia.

Tengo la fortuna de haber nacido en una familia algo dispersa. Tengo abuelos, tíos y primos, prácticamente en todo el país. Yéndonos un poquito hacia atrás, mi familia tiene orígenes cubanos, griegos y españoles. OK. Tengo la familia MUY dispersa.
Del lado español, hay una rama de gitanos nacidos en España. Creo que de ahí viene todo esto del gusto por viajar. (Y el mío, de no estar demasiado tiempo en una ciudad, supongo)

Mis papás son de esos que gustan de tomar carretera con cualquier pretexto. Ejemplo: hacíamos 30 minutos de viaje, para ir por un raspado a un pueblo cercano a la ciudad. O cuando le encargaron tequila a mi papá, y fuimos a Tequila, Jalisco a comprarlo. (Menos mal que no le encargaron chorizo, o habríamos terminado en Toluca)

En una ocasión, un domingo, salimos mis padres, mi hermana y yo a una playa a una hora de camino. Pasamos un día fabuloso. De regreso, mi papá decidió tomar el camino costero. Un poco más largo que el habitual, pero mucho más hermoso por la tarde. Veníamos llenos de arena y todos pegajosos de sal, así que decidimos llegar a un río a bañarnos. Bajamos de la camioneta, toalla en mano, sandalias, todos felices y nos metimos a un río precioso, de aguas cristalinas. Una belleza.

No habían pasado 10 minutos, cuando escuchamos el barritar de un elefante. Sí, de un elefante. Y no, no fumamos de la verde... Sorprendidos los 4, nos quedamos callados, cuando de nuevo escuchamos el tremendo grito, por así decirle, de un elefante. ¡UN ELEFANTE! Estaba claro. Cerca de ahí, había un elefante.

Nos dimos a la tarea de buscar al dichoso animal. Tenía que haber una explicación obvia, ¿cierto? Caminamos unos 100 metros por la orilla del río abajo, y al doblar una curva, escuchamos el grito de monos, rugidos, barritadas. Era un circo. Habían acampado en un pequeño valle de la población, cerca del río, y estaban refrescando a los animales con el agua del arroyo.

Era un espectáculo. Nos quedamos impávidos ante lo que veíamos. Con bombas sacaban agua de una poceta y bañaban a los animales en sus jaulas. Había monos, un elefante africano, un tigre muy flaco en su jaula que renegaba del baño y perros vestidos con faldones Está de más decir que nos quedamos un rato a disfrutar del paisaje, impresionados con la escena. ¿Quién puede decir que se bañó en un río con un elefante? (Sin drogas de por medio. Sean serios).

Esos eran los domingos con mis viejos, en familia. Siempre hay algo que contar.

Hemos hecho viajes a Veracruz, Guanajuato, Michoacán, Puebla, el norte del país, Estado de México, etc.
Mucho que decir, como cuando nos perdimos de camino a Michoacán, y acabamos en un santuario de la mariposa monarca. O como cuando paramos en La Marquesa a comer un pollo con forma de conejo.
(Era conejo, pero mi papá no nos dijo)

O cuando me intoxiqué comiendo unas quesadillas de hongos en Puebla, y le confesé a mi papá de mi novio, sin querer. Estaba alucinando.

 En Veracruz, una indigente me enseñó a bailar salsa, afuera del Café de la Parroquia. Era una maestra que había caído en desgracia. O de cuando en las faldas del Nevado de Toluca me ofrecieron un refresco "al tiempo" y tenía escarcha.

O de aquél grupo de AA en Veracruz, donde el mobiliario rezaba Corona y Pacífico.

O cuando mi papá nos llevó al DF por primera vez, y le quitaron el carro porque no circulaba ese día.

En esa misma ocasión, en el DF, pasamos el susto de nuestras vidas. Un auto nos persiguió cerca de 30 minutos, a gran velocidad. Mi papá, haciendo gala de su pericia al volante, trataba de esquivarlo, pero no pudo. Hasta que paramos en un semáforo y el auto se emparejó con el nuestro, el conductor bajó la ventana y, con voz bonachona, nos dice: "¡Hasta que lo alcanzo! Tiene la cajuela abierta y se le van a caer las maletas, oiga!" Y nosotros que pensábamos que íbamos a ser víctimas de un secuestro exprés...

De gente bajando escaleras en un hotel viejísimo en Guanajuato, que nunca llegaban al lobby...

O de aquél mulato que me enseñó a bailar danzón, en una plaza en Veracruz.

Tantas y tantas historias bonitas que nos quedan cuando viajamos. Es un placer pertenecer a la familia de la que vengo y vivir en México.

sábado, 6 de agosto de 2011

CHON, EL FUTURO ECONOMISTA Y LA ODISEA DE LA PAPELOTERAPIA.


Pues bien. Yo trabajaba ya en uno de esos lugares paradisíacos a los que se va a todo, menos a trabajar. Una playa. Un día, mi jefa, intrépidamente, me solicita un papel relacionado a mi escuela (obvio, el que no tenía). Tuve que ir a mi ciudad. Y empezó. Ir a mi ciudad implicaba dejar de trabajar, menor ingreso, trastornarme la vida. Lo hice, pero de mala gana. Y la tramitología…pfff.
Había leído 10 veces los requisitos para el dichoso papelito, lo tenía todo listo. Nada podía salir mal. Me dirigí a la universidad. Llegué a la ventanilla correcta, con mi sobre amarillo tamaño industrial (lleno de copias y fotografías). Pongo mi mejor sonrisa.

-Buen día, señorita, vengo a solicitar fulano papel. -¿Trae todo? ¿Las fotos de la 1ra. comunión de su abuelita, tamaño infantil, en sepia?
-Ejem, sí, las tengo. -¿La cartilla de vacunación del perro, con la calca de estrellita que daban en 1935, en la SSA?
-Sí, dos copias, señorita. -¿Trae sus fotos de la graduación del kinder? -Sí! -¿En la que sale con su tío Pepe? -Sí!
-Démelas ordenadas por fecha, color de ojos y tamaño de pastel, por favor.
Haciendo gala de una paciencia casi divina, meto las manos a mi sobre amarillo tamaño industrial y busco la pequeña bolsita con las fotos. No estaban. ¡No estaban! ¡¿Dónde las puse?! ¡Pero si yo las metí! Quería morirme de coraje. Y no traía dinero para ir a tomar otras. Caos. Tendría que ir a casa de mi madre, tomar dinero de su bolsa, ir a tomar de nuevo las fotos y regresar a hacer fila. Y no había fumado. Salí del lugar, bufando casi, me dirigí a mi auto. Abro la puerta y ahí estaban, en el piso, la bendita bolsita transparente con las fotos.  Sonreí maliciosamente y regresé a la ventanilla. ¿Historia corta? No tenía suficientes copias de la foto del kinder con mi tío Pepe.  Ni dinero. ¡Ni cigarros! Corrí de nuevo al carro, dejando tras de mí un rastro de azufre, muy seguramente. Abro la puerta, 20 pesos al piso.
Me dirijo a la biblioteca, a sacar copias. Una fila de 17 personas antes de mí. Respiro. Prendo mi iPod y me relajo. El chico que me precedía, un chavo bajito, delgado, moreno. Se veía que no era de la ciudad. Cargaba un gran libro de Economía. De repente, salen de la fila 15 personas. No podía estar más feliz. El chico sacó sus copias. Al momento de pagar, se veía muy preocupado. No traía suficiente dinero. Yo me ofrecí a pagar la diferencia, con tal de que me dejara tomar mis copias. Aceptó muy apenado y me sonrió.  Me dirijo a la ventanilla, hago mi trámite, me informan que tendré que regresar al día siguiente por la tarde.
Salgo de ahí con ganas de fumar. Voy al Oxxo y pido un cigarro suelto. No los venden. Joder.
Regreso al auto a mendigar monedas. No había. Quería llorar. Decido que mejor me relajo en la sombra, aunque sea sin cigarro. Frente al lugar había unos rosales con hermosas flores.Fuí a verlas. Mientras las admiraba, volteo hacia abajo. Justo al pie del rosal, un billete de 100 pesos. ¡Tenía que ser una broma! Casi lloro. Poquito
Fuí al Oxxo, compré un té helado, unos cigarros y hasta un encendedor nuevo. Me sentía generosa.  Regresé a sentarme a la sombra, a disfrutar del momento escuchando música y fumando. Lo merecía. En ese instante, apareció el chico.
Ese, el de la biblioteca. Me dijo: -¿No estabas en la ventanilla 5, hace poco? -Sí, me dijeron que regresara mañana.
-¿Cómo te llamas? -Isabel. -Espera. Regresó a los 10 minutos, con mi papel imposible en la mano y me lo dió.
Me dió las gracias con una gran sonrisa. Yo no podía creerlo. Sonreí a mi vez y se lo agradecí.

Sobra decir que ya no hago trámites tardados en la universidad, y Chon -así se llama el chico delgado-, ya es director del área ventanilla 5.

Moraleja de la historia: ayuda a un estudiante de economía en la universidad y tendrás cáncer de pulmón en menos tiempo.
Isabelle Cigarras.

En mí.


Haz cada vez mas breve ese pequeño espacio donde vivo; ese entre la puerta y tu cuerpo. Entre tu mano y mis gemidos, entre morirse y no. Que seamos otros, distintos, mezclados; no tú y no yo sino uno, el mismo. Que te quedes en mí;que permanezcas en mi piel, entre mis piernas. Que me existas y me sucedas. Aquí, conmigo y a mi lado.
Que yo sea ese lugar en que te vienes, en que te mueres poquito. Ese lugar en el mundo, donde solo estés tú y yo contigo. Que me completes.
Que mi cuerpo reconozca tu río por sus cauces. Que no haya parte de mí sin ser descrita por el lenguaje de tus manos. Que revivas del sueño.
Y cuando ese nuevo amor llegue a tu cuerpo, que se quede mudo de caricias. Ya todo estuvo dicho por mis labios. Nada quedó para ser allanado
Gotas de tí, de tu deseo, cayeron en mi cuerpo y me regaron haciendo que nacieran flores. Entre mis piernas escurrieron tus ganas y las mías
Tú eres esa urna en la que guardé mis gritos; bebí de tu sexo la vida misma. Eres mi objeto y sujeto. El verbo que no será dicho de nuevo.
Isabelle Cigarras.

La casa nueva.


Tenía yo 17 años, aproximadamente, y vivíamos una familia de cinco en un departamento de interés social. Un día, mi abuelo llega con un documento oficial en la mano y, con voz muy solemne, le dice a mi madre: Ten. Tu herencia.
Era una casa muy grande en la que ya habían vivido ellos (mi mamá y su familia), hacía muchos años y que estaba abandonada. Mis hermanas y yo no conocíamos por dentro dicho lugar, pero sabíamos que era muy grande. Brincamos de felicidad, sobra decir. Mis padres, hermanas y yo, sin perder más tiempo, fuímos a conocer la casa. Era francamente enorme. Dos pisos, 6 habitaciones, dos salas, estudio, oficina, jardín, terraza… En fin. Las mujeres lloramos de emoción.
Mis hermanas y yo, raudas y veloces, fuimos a elegir las que serían nuestras respectivas habitaciones. Apenas podíamos contener la risa. Entramos a los cuartos y nos recibió un intenso olor a humedad, atmósfera pesada, polvo acumulado, mariposas negras y polilla en el piso. Del cuarto que mi hermana menor había elegido, salió un murciélago. Cosa de nada. Nos las arreglamos para sacar al animalito de ahí.
La casa realmente necesitaba trabajo intenso. No había luz, agua, se caían las puertas y no tenía cocina. Abandonada por 30 años, ya sabrán. Muy pronto, mi padre busca en el directorio a un contratista y le encarga la titánica tarea de dejar ese galerón habitable. Dicho contratista le pide un adelanto a mi padre, compra las cosas y se dirige a la casa a trabajar. Solo duró trabajando por 3 diás. No dió explicaciones y tampoco pidió que se le pagara. Simplemente, ya no quiso regresar.
Mi padre contrata ahora a un vecino del departamento donde vivíamos entonces, un pintor de casas y electricista. De nuevo, 3 días duró. Es tiempo de que aún no nos habla cuando nos ve por la calle. Pareciera que hubiera visto un muerto. Mi padre, ya harto, busca a un amigo cercano y le explica la situación. Pensaba que quizá el trabajo era muy difícil y se lo dijo. Juanito, el amigo de mi padre, le aseguró que fuera lo que fuera, él terminaría el encargo. Creo que habló demasiado pronto. Juanito tiene 56 años de edad y es un ferrocarrilero retirado que sostiene a su familia con trabajos que le proponen sus amigos. Muy recio.
Cada día, mi padre iba a checar cómo iban las obras de restauración en la casa y Juanito se veía tranquilo. Respiramos aliviados. Parecía que por fin habíamos encontrado a alguien hecho para tal trabajo. Pero al día tres, mi papá recibe una llamada de Juanito, donde le dice que urge su presencia en la casa. Mi padre, asustado, acude.
Ésto fue lo que Juanito le contó a mi papá…
-Mira, cabrón. Tú sabes que ya no pisteo y que ya no me meto cosas desde hace años, pero lo que pasa en ésta casa, no es de Dios…
Estaba cambiando todas las tapitas de los contactos eléctricos y dejé las tapas antiguas junto a la puerta de entrada.Las de ambos pisos.
Subí, por un momento, al segundo piso a buscar las tapitas nuevas y cuando bajé… -la piel de Juanito se erizó, tragó saliva.
-Todas las tapas antiguas estaban regadas por la casa, abajo del lugar de donde las quité. ¡Todas, cabrón!, le gritaba, asustadísimo.
Mi padre estaba indeciso entre creerle o no, pero dadas las circunstancias con los anteriores obreros, terminó por hacerlo. Le rogó a Juanito que terminara su trabajo, le dijo que llevarían a un sacerdote a bendecir la casa muy pronto. Juanito accedió. Pasaron dos días y volvimos a tener noticias de Juanito. Estaba en la sala de Urgencias de un hospital cercano. Casi se infarta. O al menos, eso dijo haber sentido.
Resultó que Juanito había terminado el trabajo de electricidad y ahora podía ponerse a pintar las paredes, y así lo hizo.Era de noche. Preparó todos sus aditamentos, abrió el bote de pintura y procedió a quitarse la camisa para usar su “camiseta de pintar”. Así que fue a la cochera, se puso la camiseta que estaba dentro del auto y regresó a la casa, solo para volver a salir corriendo, segundos después. En el tiempo que le tomó abrir su auto, ponerse la camiseta y volver a cerrarlo, la pared de 10 metros de la sala, estaba llena de brochazos. La pintura tirada en el piso y había huellas del pié de un niño pequeño que desaparecían frente a la pared. No había explicación posible para tales hechos. La casa era un búnker rodeado por bardas altísimas y chapas de seguridad. Sobra decir que tuvimos que terminar nosotros mismos el trabajo de pintar la casa, pero durante ese tiempo, no tuvimos tales sustos.
El día que nos cambiamos a la casa, por fin, los vecinos nos reciben contentos y al saludarnos, le preguntan a mi mamá:
-Y, ¿dónde dejaron al niño? Mis padres, sorprendidos, preguntan a cuál niño se refiere. La vecina, confundida, responde…
-El niño que estaba aquí todas las tardes, cuando venían a arreglar la casa. Mi hijo habló con él. Pensamos que era su hijo.
Mi mamá, al borde del llanto, pregunta por la edad del niño ese que habían visto. Siete años, responde la vecina. Enmudecimos todos.
¿Ya les dije que un hermano de mi mamá murió atropellado a los 7 años, y que fue velado en esa casa, hacía más de 30 años?
Isabelle Cigarras.

Si me voy primero.


Leerte  ha sido un maravilloso viaje al centro de una hoguera. Puedo ver el fuego en tus manos.
Si yo me voy primero, amor, voy a dejarte flores en forma de versos regadas por el camino, para que me encuentres pronto. Voy a contarte en ellos las historias que me escribiste con los labios, aquellas noches en que fuimos uno. Sabrás aquello que quizá no he dicho por tímida o por prudente. No quise interrumpir el hermoso ritual de los cuerpos.
Debes saber que en realidad estoy contigo. He de quedarme en la lluvia, en la nube gris, en el viento frío.  Tendremos reuniones secretas en la azotea, como antes, aunque no me veas. Me quedo contigo. Volverás a sentirme en cada gota de rocío, en cada calada de un cigarro, en la caricia del aire.
Que no quepa en tu alma espacio para la tristeza, seguro me iré feliz. Recuerda que mi cuerpo es mi enemigo íntimo y ya no estaré más presa en él.  Podré tomar baños de sol si me da la gana, ¿te imaginas?
Pero si tú te vas antes que yo, aquí está mi promesa para ti. Voy a venerar tu vida y tu recuerdo, cada día que me quede, hasta que llegue de nuevo a tus brazos. Me dejaste amor suficiente para no irte nunca de mi pecho. Para vivirte tres vidas más. 
Voy a contarle al mundo entero el hombre maravilloso que siempre fuiste y cuánto te amé. Les diré que pudimos vencer cada obstáculo, cada piedra de tropiezo, y que eso nos unió como nada antes. Y si nos crecen retoños, veré tus ojos, tu cabello, tus labios en ellos. Escucharé tu risa en cada palabra que salga de sus bocas.
Y tomaré cada día con entereza, convencida de que es un día menos que nos queda, para decirnos Te amo de nuevo a los ojos.
Isabelle Cigarras.

viernes, 22 de julio de 2011

Consejos de salud.

Levanten la mano los que son médicos (de humanos) aquí, por favor....
Todos hemos ido al médico y hemos escuchado pacientemente los consejos de salud que tenemos que seguir, si queremos no morir mañana. Si a eso le aumentamos los consejos "de salud" que abundan en la televisión y las revistas, si queremos seguirlos al pie de la letra, vaya..

Por ejemplo: dicen que diario debemos comer una manzana por el hierro, un plátano por el potasio, una naranja para la vitamina C, medio melón para la digestión y una taza de té verde (sin azúcar), por los antioxidantes. Ah! Y tomar dos litros de agua (glu, glu), mismos que luego tendrás que orinar y que te llevará el doble de tiempo del que te llevó tomarlos

También hay que tomarse un Activia o Yakult para los "L. Cassei Defensis", o tendrás el abdomen del tamaño de un balón (verde, según la tv). Diario, una aspirina y un vaso de vino tinto, para prevenir los infartos. Otro vaso de vino blanco, para el sistema nervioso. Y una cerveza. La cerveza no recuerdo para qué era, pero si te tomas todo eso como dice, por más que te dé un derrame, ni cuenta te vas a dar.

Todos los días hay que comer fibra, muchísima. Tanta, que si lo hacemos como dicen, pronto vamos a aprender a defecar suéteres. Hay que hacer de 4 a 6 comidas livianas al día, sin olvidar de masticar 100 veces cada bocado. Sumando todo, son como 5 horas solo en comer. ¡Y no te olvides de lavarte los dientes, después de cada comida! O sea, después de la manzana, del plátano, del Activia, del vino... Sin olvidar tampoco pasarte el hilo dental -por aquello de la fibra entre los dientes-, tu masajeador de encías y tu buche de Plax.

Sacando cuentas, vale más meter un equipo de sonido al baño (amplio), porque voy a tener que pasar muchas horas ahí, nada más en los dientes.

Hay que trabajar 8 horas y dormir otras 8, más las 5 que te llevará comer, ya son 21. Quedan 3 (si no hay imprevistos). Según las estadísticas, vemos 3 horas diarias de televisión, pero ya no puedes, porque tienes que caminar 30 minutos diarios (¡tu corazón!) ¿Y la familia? ¿Y las amistades? También aconsejan cuidarlas, porque son como una planta que se muere si no la riegas a diario... Además, hay que estar bien informado. ¡Hay que leer! Libros, periódicos, y si vas a la escuela, tareas y cosas de esas. ¡Y Twitter y FB!

También necesitamos (dicen), sexo diario, pero sin caer en la rutina, eso sí. Hay que ser innovador, creativo, ¡renovar la seducción! Eso lleva su tiempo. ¡Y si es sexo tántrico, pfff! (Por cierto, te recuerdo, después de cada comida, hay que cepillarse los dientes). También hay que hacer tiempo para barrer, lavar la ropa, los platos, el perro, los autos, cuidar las plantas (¡las plantitas!)... ¿hijos?

Ufff... Sacando cuentas, el día no termina de ajustar, ¿cierto? ¿Qué hacer? Aquí algunas ideas para cumplir con todo. Chequen.

Te metes a bañar con agua fría y con la boca abierta, así te tomas, de una vez, los dos litros de agua. Ah, y ya estando, orinas ahí mismo. Sales del baño con el cepillo de dientes en la boca, haciendo el amor (tántrico, obvio) a tu pareja, mientras ambos miran la TV o leen. Con la toalla, trapeas el piso, claro. ¿Una mano libre? Llamas a tus amigos. ¡Y a tus padres! Tómate el vino después, para la impresión.

El Yakult con la manzana te lo puede dar tu pareja, mientra se come el plátano con el Activia, y mañana cambian. Es que la rutina, ¿sabes? ¡Y menos mal que ya crecimos!, o tendríamos que incluir un Danonino Extra Calcio, o nos quedaremos enanos y con huesos quebradizos.

Y si te quedan un par de minutos extras, no olvides dar RT en Twitter a éstos consejos para los amigos (hay que regarlos, como las plantitas). Mientras, tomas una cucharadita de All Bran, eh.

Y ahora los dejo, porque entre el Yakult, el melón, la cerveza, el primer litro de agua y la tercera comida, urge ir al baño. Y de una vez me llevo el cepillo de dientes y le hago una llamada sexosa a mi novio (¡Hola, Pichón!) para reavivar la llama de la pasión.